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sábado, 26 de mayo de 2018

Santo Tomás de Aquino: ayer, hoy y siempre - P. Cornelio Fabro

Santo Tomás de Aquino: ayer, hoy y siempre
(ante el VII centenario de su muerte)
Entrevista al P. Cornelio Fabro


-Al conmemorar el séptimo centenario de la muerte de Santo Tomás, surge espontánea, y en primer lugar, la pregunta sobre la vigencia actual del tomismo. Hay quien piensa en él como en un "sistema" cerrado, acabado, esencialmente ligado a los problemas y circunstancias de su época. ¿La obra de Santo Tomás, es realmente un sistema? Y, si su vigencia actual no es la de un sistema, ¿en qué radica principalmente su valor permanente?

La filosofía y la teología de Santo Tomás no constituyen un sistema. La sistematización de su obra se hizo después y, desgraciadamente hay que decir que el tomismo de escuela no siempre corresponde exactamente a las posiciones auténticas de Santo Tomás, por haber absorbido el polvo de diversas corrientes escolásticas, velando a veces la originalidad de Santo Tomás, con fórmulas que no son de Santo Tomás.

Ciertamente no hay que considerar a S. Tomás como si fuese el punto final, o una especia de arsenal en el que podamos encontrar respuestas ya formuladas para todos los problemas: no es posible; nos separan siete siglos, y la humanidad ha pasado por una inmensidad de experiencias, la cultura ha hecho adquisiciones de todo género; y la ciencia, y la misma reflexión filosófica ha descubierto, por ejemplo, una originalidad de la libertad, que en Santo Tomás está ya apuntada, pero no desarrollada.

Pero el tomismo auténtico -el de Santo Tomás- tiene y tendrá siempre una actualidad permanente. No, como un sistema -el mismo concepto de sistema lo acuño mucho después la filosofía de origen cartesiano-; sino por la actualidad perenne de las dos instancias fundamentales del conocimiento humano, que S. Tomás supo armonizar. Me refiero, concretamente, a esa especie de convivencia, en el tomismo, de lo que podemos llamar la esencia de la trascendencia platónica, con la esencia de la concreción aristotélica. Es decir, la armonía de esa instancia permanente de autonomía, de consistencia del mundo y de la persona, con la aspiración profunda hacia el infinito, hacia Dios, al que se llega a través de la inteligencia y de la libre elección de la voluntad. Es por esta característica especulativa propia -más que por su origen-, por lo que S. Tomás se destaca netamente de las diversas escuelas filosóficas.

viernes, 12 de septiembre de 2014

¿Qué necesidad había de que el Verbo de Dios padeciera por nosotros? - Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás sobre la pasión de Cristo (I) - Santo Tomás de Aquino
¿Qué necesidad había de que el Verbo de Dios padeciera por nosotros?
Santo Tomás de Aquino


¿Qué necesidad había de que el Verbo de Dios padeciera por nosotros?. Era muy necesario y podemos dar dos razones de esta necesidad. En efecto, los sufrimientos de Cristo eran necesarios, en primer lugar como remedio a nuestros pecados y en segundo lugar como modelo de nuestras acciones. Como remedio ciertamente, porque contra todos los males en que incurrimos por el pecado, encontramos el remedio en la Pasión de Cristo. Estos males son cinco

El primero: una mancha en el alma. En efecto, el hombre cuando peca, mancha su alma, porque así como la virtud es la belleza del alma, así el pecado es su mancha. Ahora bien, la Pasión de Cristo hace desaparecer la mancha. Cristo, por su Pasión, preparó un baño en su sangre, para lavar allí a los pecadores, por lo que dice San Juan: Nos lavó de nuestros pecados en su sangre (Ap 1, 5). Ahora bien, el alma se lava por la sangre de Cristo en el bautismo, pues por la sangre de Cristo éste tiene virtud regenerativa. Por eso cuando alguien se mancha con el pecado, hace injuria a Cristo, y peca más que antes (del bautismo), según estas palabras de la Escritura: “Si alguno viola la ley de Moisés, es condenado a muerte sin compasión, por la declaración de dos o tres testigos. ¿Cuánto más grave castigo pensáis que merecerá aquel que pisoteare al Hijo de Dios y tuviere por impura la sangre de la Alianza?" (Heb 10, 28-29). 

 El segundo mal, ofensa a Dios. En efecto, como el carnal ama la belleza carnal, así Dios ama la belleza espiritual, que es la belleza del alma. Por consiguiente, cuando el alma se mancha por el pecado, Dios se ofende y tiene en odio al pecador. Dice la Sabiduría: Dios odia al impío y su impiedad (Sab 14, 9). Cristo sin embargo, borra este odio por su Pasión, gracias a la cual satisfizo a Dios Padre por el pecado. Porque el hombre, de por si, no podía satisfacer por sus faltas; Jesús, en cambio, sí lo podía, porque su caridad y su obediencia fueron mayores que el pecado del primer hombre y su prevaricación. Cuando eramos enemigos (de Dios) – dice San Pablo – fuimos reconciliados con El por la muerte de su Hijo (Rom 5, 10). 

El tercer mal: debilitamiento espiritual. Porque el hombre, luego de un primer pecado, cree que ulteriormente podrá preservarse del pecado; pero ocurre todo lo contrario: el primer pecado lo debilita, y lo hace más proclive a pecar, y así el pecado domina más al hombre, y el hombre, en cuanto de sí depende, se pone en tal situación que sin el poder divino no se puede levantar: es como uno que se arrojara a un pozo. Después del pecado, nuestra naturaleza quedó debilitada y corrupta, y entonces el hombre se encontró más inclinado a pecar. Cristo disminuyó esta flaqueza y debilidad, aunque no la quitó del todo: su Pasión fortificó al hombre y debilitó el pecado a tal punto que ya no estamos tan dominados por el pecado, y ayudados por la gracia de Dios, conferida por los sacramentos, cuya eficacia viene de la Pasión de Cristo, podemos hacer esfuerzos eficaces para apartarnos del pecado. Nuestro hombre viejo - dice el Apóstol - ha sido crucificado con Cristo, a fin de que fuera destruido el cuerpo del pecado (Rom 6, 6). Antes de la Pasión de Cristo pocos eran los hombres que vivían sin pecado mortal; pero después son muchos los que vivieron y viven sin pecado mortal. 

martes, 29 de marzo de 2011

“Si la Fe de la Iglesia se debilita, el Exorcismo pierde eficacia” - P. François Dermin

“Si la Fe de la Iglesia se debilita, el Exorcismo pierde eficacia”
P. François Dermin


Comienza un curso sobre el exorcismo en el “Regina Apostolorum”


ROMA, lunes 28 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- El padre François Dermin, presidente nacional del Grupo de Investigación e Información Religiosa (GRIS en sus siglas en italiano), prior del convento de Santo Domingo de Bolonia y profesor de teología moral, italiano con orígenes canadiense es uno de los profesores del curso de exorcismo que realizará esta semana el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en Roma.

Se trata de curso de una semana que sin embargo, no transforma en exorcista a quien lo frecuenta, pues para ello es necesario el permiso del obispo y un camino de formación práctica que no siempre es fácil de realizar debido a la falta de exorcistas con experiencia.

A pesar de que la existencia o no del demonio, las posesiones y el satanismo son cuestiones de cada vez mayor interés, el presidente del GRIS explicó a ZENIT que sobre el demonio en materia teológica se sabe lo mismo de lo que se sabía antes, aunque ahora es más fácil distinguir las enfermedades de los casos de presencia del maligno. En este caso el punto central es el discernimiento del exorcista que se puede apoyar incluso en consultas con médicos especialistas.

viernes, 18 de marzo de 2011

En la Argentina se está eligiendo ser lo que no somos… - Monseñor Pedro Daniel Martínez

En la Argentina se está eligiendo ser lo que no somos…
Monseñor Pedro Daniel Martínez


San Luis, 17 Mar. 11 (AICA).- “La cultura cristiana que es lo que nos ha caracterizado hasta ahora, se está perdiendo, es decir, estamos eligiendo ser lo que no somos. La Argentina tiene una cultura hispanoamericana con mucha riqueza que se está perdiendo por un modo distinto de ser que no somos”, afirmó el nuevo obispo de San Luis, monseñor Pedro Daniel Martínez, en declaraciones al Diario de la República, pocos días después de asumir el gobierno pastoral de la diócesis de San Luis.

Monseñor Martínez comenzó contando su vida familiar y estudiantil. “Nací en Mendoza, donde completé mis estudios primarios y secundarios excepto por un año que estuve en España. La abuela de mi papá nació en San Luis. Toda mi vida hice mucho deporte y siempre me gustó trabajar la tierra. Hice muchos trabajos manuales, entre ellos la construcción. Con mi papá hicimos una casa en la montaña en Potrerillos, provincia de Mendoza, cuando tenía doce años. También tengo mucha vida intelectual. Mi padre fue decano de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuyo, y dejó escritos muy interesantes”.


-¿Cómo vive esta nueva etapa de su vida personal y profesional como obispo de San Luis?

-Es una etapa de prueba y de difícil rodaje. La función pública implica una actividad más expuesta sin tanta vida privada. Estoy de domingo a domingo. Pero es muy lindo porque es un servicio que uno hace y por eso recibe mucho de la gente. El obispo es pastor de todos, no solamente del que tiene fe, sino también del ateo. Estoy muy contento. Sé que San Luis es un lugar tranquilo y de amigos, que es algo que no hay que perder. Acá la vida es normal, aunque hay pecado original en todos lados, hay un modo de vivir muy natural. Hay una mezcla de vida tranquila y pujante muy equilibrada.

lunes, 7 de marzo de 2011

La Paciencia, según el Angélico Doctor

La Paciencia, según el Angélico Doctor


Las virtudes morales se ordenan al bien en cuanto que conservan el bien de la razón contra los ataques de las pasiones. Y entre otras pasiones la tristeza es eficaz para impedir el bien de la razón, como consta por las palabras de 2 Cor 7, 10: La tristeza según el mundo lleva a la muerte. Y también leemos en Ecle 30, 25: A muchos mató la tristeza, y no hay utilidad en ella. Por eso es necesaria una virtud que mantenga el bien de la razón contra la tristeza para que la razón no sucumba ante ella. De ahí lo que dice San Agustín en el libro De Patientia: Por la paciencia humana toleramos los males con ánimo tranquilo, es decir, sin la perturbación de la tristeza, para que no abandonemos por nuestro ánimo impaciente los bienes que nos llevan a otros mayores. Es, pues, evidente que la paciencia es virtud.

… Según San Agustín en el libro De Patientia, son propiamente pacientes los que prefieren soportar los males sin haberlos cometido que cometerlos sin padecerlos. En los que soportan males para hacer mal, su paciencia no es digna de admiración ni de alabanza, porque no existe, sino que debe admirarse su dureza y no darle el nombre de paciencia.

La paciencia tiene una obra perfecta en la tolerancia de las adversidades, de las que se origina en primer lugar la tristeza, moderada por la paciencia; en segundo lugar, la ira, que modera la mansedumbre; en tercer lugar, el odio, suprimido por la caridad; en cuarto lugar, el daño injusto, prohibido por la justicia.

jueves, 3 de junio de 2010

Benedicto XVI: Santo Tomás, el “Doctor angélico”

Benedicto XVI: Santo Tomás, el “Doctor angélico”


CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 2 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto de la catequesis que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy durante la Audiencia General, con los peregrinos congregados de todo el mundo en la Plaza de San Pedro.


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Queridos hermanos y hermanas,

tras algunas catequesis sobre el sacerdocio y mis últimos viajes, volvemos hoy a nuestro tema principal, es decir, a la meditación sobre algunos grandes pensadores de la Edad Media. Habíamos visto últimamente la gran figura de san Buenaventura, franciscano, y hoy quisiera hablar de aquel que la Iglesia llama el “Doctor communis”: es decir santo Tomás de Aquino. Mi venerado Predecesor, el Papa Juan Pablo II, en su encíclica “Fides et ratio” recordó que santo Tomás “ha sido siempre propuesto por la Iglesia como maestro de pensamiento y modelo del modo recto de hacer teología” (n. 43). No sorprende que, después de san Agustín, entre los escritores eclesiásticos mencionados en el Catecismo de la Iglesia Católica, santo Tomás sea citado más que ningún otro, ¡hasta sesenta y una veces!. Fue llamado también “Doctor Angelicus”, quizás por sus virtudes, en particular la sublimidad de su pensamiento y la pureza de su vida.

Tomás nació entre 1224 y 1225 en el castillo que su familia, noble y rica, poseía en Roccasecca, en las cercanías de Aquino, cerca de la célebre abadía de Montecassino, adonde fue enviado por sus padres para recibir los primeros elementos de su instrucción. Algún año después se trasladó a la capital del Reino de Sicilia, Nápoles, donde Federico II había fundado una prestigiosa Universidad. En ella se enseñaba, sin las limitaciones vigentes en otros lugares, el pensamiento del filósofo griego Aristóteles, al cual el joven Tomás fue introducido, y cuyo gran valor intuyó enseguida. Pero sobre todo, en aquellos años transcurridos en Nápoles, nació su vocación dominica. Tomás fue de hecho atraído por el ideal de la orden fundada no muchos años antes por santo Domingo. Con todo, cuando se revistió el hábito dominico, su familia se opuso a esta elección, y fue obligado a dejar el convento y a transcurrir algún tiempo en familia.

En 1245, ya mayor de edad, pudo retomar su camino de respuesta a la llamada de Dios. Fue enviado a París para estudiar teología bajo la guía de otro santo, Alberto Magno, sobre el que hablé recientemente. Alberto y Tomás estrecharon una verdadera y profunda amistad y aprendieron a estimarse y a apreciarse, hasta el punto que Alberto quiso que su discípulo le siguiera también a Colonia, donde él había sido enviado por los superiores de la orden a fundar un estudio teológico. Tomás mantuvo entonces contacto con todas las obras de Aristóteles y de sus comentaristas árabes, que Alberto ilustraba y explicaba.

martes, 23 de febrero de 2010

La contemplación filosófica y mística del P. Andereggen - Martín F. Echavarría

La contemplación filosófica y mística del P. Andereggen
Martín F. Echavarría

 
Contemplación filosófica y contemplación mística.
Desde las grandes autoridades del siglo XIII a Dionisio Cartujano.
Ignacio Andereggen
Buenos Aires, Editorial de la Universidad Católica Argentina, 2002, pp.598


El P. Ignacio Andereggen es profesor de teología dogmática y de filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma), en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) y en la Pontificia Universidad Católica Argentina (Buenos Aires), además de socio correspondiente de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino y de la Religión Católica. El libro que presentamos es su Tesis de Doctorado en Teología por la Gregoriana -ya era Doctor en Filosofía por la misma universidad con su estudio sobre “La metafísica de Santo Tomás en la Exposición al De Divinis Nominibus de Dionisio Areopagita”, Editorial de la Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 1989. Entre sus numerosas publicaciones se cuentan también los libros: “Introducción a la Teología de Tomás de Aquino”, Editorial de la Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 1992 [trad. italiana, Dehoniane, Roma 1996]; “Hegel y el Catolicismo”, Editorial de la Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 1995; “La psicología ante la gracia”, Ediciones de la Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 1997, 1999; “Sacerdozio e pienezza di vita. Teologia e spiritualità sacerdotale nel Concilio Vaticano II e in San Tommaso d'Aquino”, Edizioni Dionysius, Roma 2003; además de numerosos artículos en publicaciones periódicas especializadas, y de su colaboración en la obra colectiva “Storia della Teologia” (Dehoniane) con artículos sobre san Alberto Magno y santo Tomás.

La obra que nos ocupa se debe englobar en un proyecto más amplio de investigación teológica y filosófica que intenta comprender el proceso que va desde las grandes figuras de la mística de la era patrística y escolástica, con especial interés en la obra del Pseudo-Dionisio Areopagita y de su inmensa herencia espiritual, que pasa a través de autores a veces no tan conocidos –como Thomas Gallus-, hasta san Alberto, san Buenaventura y santo Tomás, para culminar en los grandes autores espirituales de inicios de la modernidad, especialmente en san Juan de la Cruz; y, por el contrario, causando una reacción de sentido opuesto, pero de raíces también espirituales, en la modernidad, culminando en el sistema de Hegel, con sus consecuencias después en la cultura y en la praxis de la vida cristiana.

En este contexto, “Contemplación Filosófica y contemplación mística” ocupa un puesto clave, pues se trata de comprender la transición desde las grandes autoridades de la escolástica, especialmente san Buenaventura y santo Tomás de Aquino, a la espiritualidad moderna, a través de la síntesis que de la misma ha sido elaborada por el Doctor Extático, Dionisio el Cartujo. No se trata sólo de un estudio histórico sobre este autor tan prolífico como poco estudiado, en especial de su “De Contemplatione”, sino en el fondo de lograr una comprensión teológica y espiritual de aquello que de más genuino y perenne hay en la gran mística medieval.

Sobre el Comunicado de Prensa emitido por el Comité Ejecutivo de la CEA respecto del Aborto en Argentina

Semántica cobarde para un Catolicismo en retirada  Ernesto Alonso        Es poco decir, “semántica cobarde” para calificar y enjuiciar el Co...

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